20 de febrero de 2013

Una media historia parisina

Sec.1. París. Hotel de lujo. Interior/tarde.

Una pareja se acerca a la recepción. Maletas en la mano.

Ella: Bonjour.
Recepcionista: Bonjour, madame.
Ella: (subtitulamos la conversación) Hola, buenas... soy Ella, de la Agencia de Viajes, hablamos la semana pasada...
Recepcionista: Ah, sí, me acuerdo, ¿qué tal el vuelo?
Ella: Bien, muy bien.
Recepcionista: Bueno, pues si me rellenas la ficha y me das un segundo, te doy las llaves de la habitación enseguida.
Ella: Vale, perfecto.

Ella y Él se besan y se sonríen.

Sec. 2. París. Suite presidencial. Interior/Tarde.

El botones del hotel abre la puerta de la habitación. Inmensidad. La habitación, más bien un piso, ocupa toda la parte alta de una torre. La terraza rodea la habitación. El botones deja las maletas en el salón de la suite. Se retira con una sonrisa y una leve inclinación de cabeza.
Ella y Él todavía a la entrada de la habitación, boquiabiertos.
El ruido de la puerta al cerrarse los devuelve a la realidad.

Él: ¡Joder, tía! ¿Y este pedazo de habitación?
Ella: Ni idea... sabía que nos iban a dar una habitación buena porque, oye, son uno de los hoteles que recomendamos en la agencia y les generamos mucho negocio pero es que esto es la suite presidencial...
Él: ¡Hostia! ¿Has visto el tamaño del jacuzzi? ¡Pero si es más grande que nuestro salón!

Sec. 3. París. Baño de la suite presidencial. Interior/tarde.

Ella y Él en el jacuzzi. Escena de sexo gratuito.

Sec. 4. París. Dormitorio de la suite presidencial. Interior/tarde.

Ella y Él, dentro de la cama, comiendo de una cesta enorme de fruta fresca.
Suena el teléfono de la habitación.

Él: ¿Sí? Sí... (en inglés) sí... sí... ah, muy bien... perfecto... muchas gracias, muy amable.
Ella: ¿Quién era?
Él: De la recepción, que la cena nos la tienen preparada para las diez y que el coche nos pasará a buscar una hora antes.
Ella: ¿Qué coche?
Él: El que nos va a llevar a la cena...
Ella: ¿Qué cena?
Él: Pues ni idea, la que incluirá la reserva de la habitación, digo yo...
Ella: Es que la reserva no incluye la cena, sólo el desayuno...
Él: Pues no sé, será que te quieren agradecer los servicios prestados.
Ella: Será eso...

Sec. 5. París. Baño de la suite presidencial. Interior/tarde.

Ella en la ducha. Él afeitándose.
Él repara en una tarjeta doblada que está junto al lavabo. La coge y la lee. Está escrita en ruso.

Él: ¿Te suena de algo el nombre de Dimitri Sobreieff?
Ella: Ni idea, ¿por?
Él: Aquí hay una tarjeta en ruso con su nombre...
Ella: Se la habrán dejado ahí sin quitar... seguro que ha sido el anterior huésped.
Él: Será eso...

Sec. 6. Salón de la suite presidencial. Interior/tarde.

Ella mirándose en un espejo. Junto al espejo, flores frescas. Entre las flores, una tarjeta. La coge y la lee. Ruso.

Ella: ¿Cómo dijiste que se llamaba el ruso?
Él: ¿El de antes? Dimitri nosequé.
Ella: Sobreieff. Dimitri Sobreieff.
Él: Sí, es verdad. ¿Por?
Ella: Porque entre las flores del salón he encontrado otra tarjeta escrita en ruso a su nombre...
Él: ¿Otro descuido? Pues vaya un servicio de habitaciones que tienen en este hotel... me dan ganas de mirar las sábanas a ver si no las han cambiado... (entra en el dormitorio) ¡Anda!
Ella: ¿Qué?
Él: Que no me había fijado antes, pero en la cesta de la fruta hay una tarjetita... con el nombre del ruso de los cojones...
Ella: ¡No jodas!
Él: ¿Y si la habitación no fuera para nosotros?

Restos de fruta sobre la mesilla de noche. Sábanas revueltas. Maletas abiertas, a medio deshacer. Puertas de los armarios abiertas. Toallas arrebujadas en el baño. Salpicaduras de agua alrededor del jacuzzi. Ropa interior por el suelo.
Suena el teléfono de la habitación.

Él: (con miedo) ¿Sí? (hablando en inglés) Perdón, no hablo ruso... ah, sí, sí, ya bajo...
Ella: ¿Quién era?
Él: El de la recepción, que el coche ya está aquí. Y me ha llamado Señor Sobreieff...
Ella: ¡Hostia puta!

FIN

¿Fin? ¿Cómo que fin? Sí, fin. Fin de la historia. El resto ya no tiene gracia. En la recepción se habían confundido al entregar la habitación. El ruso en cuestión, deportista de élite, muy amable y comprensivo, les cedió la suite a los protagonistas y a él le ubicaron en otra.
Hubiera estado muy bien que el ruso hubiera sido un tipo súper chungo, de los que trafican con todo lo que se menea y que, al ver a dos mindundis en su habitación, organizara una ensalada de tiros y mondongos pero no fue así.
Hubiera estado genial que alguno de nuestros protagonistas, en realidad asesino a sueldo, respondiera a los disparos del ruso con mayor intensidad. Casquería por toneladas.
Hubiera estado muy bien, sí, pero como los protagonistas de la historia eran gente normal y corriente, lo máximo que les puede suceder en una situación así es que, de regreso a casa, comprueben que se dejaron la ropa interior olvidada en la habitación y que, muy probablemente, el ruso en cuestión la haya recibido en su domicilio, lavada, planchada y perfumada.
Y luego el ruso se preguntará por el origen de esa ropa interior, historia que podría dar lugar a una segunda parte.
Ya lo veremos.

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